viernes, 24 de junio de 2011

LA FLAUTA ESPINAZO por Vladímir Maiakovski

[Poeta ruso nacido en la aldea georgiana de Bagdadi en julio de 1893. Al fallecer su padre en 1906, se trasladó con su familia a Moscú, donde pronto suspendió sus estudios para vincularse a la política. Maiacovski constituye un fenómeno extraordinario de la poesía rusa. Valiente, ingenioso, brillante polemista, talentoso pintor y artista de cine, fue el símbolo de la poesía innovadora del siglo XX. Como ensayista brilló con fuerza excepcional, escribiendo múltiples textos en los que siempre defendió su posición revolucionaria, convirtiéndose en "representante plenipotenciario" del comunismo en el extranjero. El gran amor de su vida, Lili Brik, a quien le dedicó su más famosa obra y los viajes realizados a Francia y Estados Unidos dejaron una honda huella en su poesía. Después de una vida de lucha y sacrificio, víctima de un amor imposible, y sintiéndose derrotado y abandonado, se quitó la la vida en el año de 1930.

(Tomado prestado de A media voz)]




Por todas
las que me gustaron o me gustan,
guardadas como imagen guardados en la cueva del alma,
igual que la copa de vino en un brindis,
alzaré mi cráneo colmado de versos.


Pienso más y más
si no sería mejor poner
un punto con bala a mi final.
Hoy,
por si acaso,
doy un concierto de despedida.


¡Memoria!
Junta en la sala de la frente
los turnos incontables, mis amores.
Trasiega la risa de un ojo a otro,
adorna la noche con sartas de pasadas bodas.
Que nadie olvide esta noche:
hoy tocaré la flauta
en mi propio espinazo.


1

Las lenguas de las calles aplasto con los pasos
¿Adónde ir, consumiendo este infierno?
¿Qué celeste Hoffmann
te inventó, maldita?


A la borrasca del gozo las calles le quedan estrechas.
Del día festivo salen y salen, acicalados todos.
Yo pienso.
Pensamientos, coágulos,
malsanos, espesos, me escurren del cráneo.


Yo,
obrador de todo lo festivo,
yo no tengo con quien ir a celebrar.
Ahora mismo me caeré de espaldas,
me saltarán los sesos en las piedras del Nevski.


He blasfemado, sí,
voceado que no hay Dios;
pero Dios, de las honduras infernales sacó
a la que estremecería las montañas
subió y ordenó:
¡Quiérela!


Dios está contento.
Bajo el cielo, en un candil,
un hombre agotado , se apaga.
Dios se frota las manitas.
Piensa Dios:
-¡Ya verás, Vladímir!


A él, sí, a él,
para que no adivinase quién eras,
se le ocurrió darte marido de verdad
y en el piano poner humanas notas.


Si alguien se deslizara de pronto a la puerta de la alcoba,
si hiciera el signo de la cruz sobre la colcha y
tú y él,
lo sé:
olería a lana quemada,
como azufre humearía la carne del diablo.


Pero en vez de eso, hasta que fue mañana,
de horror, que te llevaban a quererte,
anduve errante,
y gritos en líneas tallaba,
joyero loco a medias ya.


¡Jugar con los naipes!
¡Con vino
enjuagarte el gaznate al corazón devuelto en un


¡No me haces falta!
¡No quiero!
Da igual;

que pronto me iré al carajo.


Si es verdad que existes tú,
Dios,
Dios mío;
si la alfombra de estrellas por ti fue tejida;
si este dolor
multiplicado cada día
es la tortura que mandas, Señor,
cuélgate la cadena de juez.
Espera mi visita.
Soy puntual,
no tardo nada.
¡Escucha,
supremo inquisidor!
Me sellaré la boca;
ni un grito escapará de mis labios mordidos.
Átame a cometas como a colas caballunas,
y que me arrastren
desgarrándome entre los dientes de las estrellas.


O sí no:
cuando mi alma se vaya
pasmón enfurruñado,

alza la Vía Láctea como una horca,
préndeme y cuélgame: delincuente.


Haz lo que quieras.
Si quieres, descuartízame.
Yo mismo a ti, justiciero, las manos te lavaré.


Pero
-¿me oyes?-
¡llévate a la maldita esa
que has hecho mi amada!


Las lenguas de las calles aplasto con los pasos
¿Adónde ir, consumiendo este infierno?
¿Qué celeste Hoffmann
te inventó, maldita?


2


El cielo,
olvidando su azul entre los humos,
las nubes, prófugas en jirones,
amanecen en mi último amor,
animado como el rubor de un tísico.


Gustoso acallaré el rugido
de la multitud,
olvidados hogar y bienestar.
¡Escuchad!
¡Salid de las trincheras!
ya seguiréis luchando.


Aun si
revolcándose en sangre, como un Baco,
cunde la batalla ebria,
aun entonces no están gastadas las palabras del amor.


Queridos alemanes!
Yo sé
que está en vuestros labios
la Gretchen de Goethe.
El francés
sonriendo muere en la bayoneta,
el aviador también sonríe y se desploma
si recuerdan
en el beso la boca
tuya, Traviata.


Mas no estoy para esa pulpa de carne rosada
que siglos han mascado.
¡ Rendíos Hoy a nuestros pies!
A ti te canto,
pintada,
pelirroja.


Tal vez de estos días,
dolorosos, como filos de bayonetas,
cuando a los siglos les blanqueen las barbas,
sólo quedaremos

y yo,
lanzado tras de ti de ciudad en ciudad.


Esposada más allá del mar,
te ocultas en la madriguera de la noche,
mis besos te llegaran entre las nieblas de Londres
en los labios lucientes de los faroles.


En el ardor del desierto,
donde acechan leones extenderás caravanas
y tú,
bajo el polvo que levanta el viento
sentirás mi quemante mejilla de Sahara.


Envainada la risa en la boca
mirarás:
-¡Qué gran torero!
Y yo de pronto
te lanzaré al tendido los celos
desde el ojo moribundo del toro.


Si te lleva al puente tu paso perdido
y piensas
que el río es hermoso,
seré yo,
que bajo el puente, disfrazado de Sena,
te llamo
con una mueca de dientes cariados.


En el fuego de caballos trotones quemaras con otro
la Strelka, el Sokol'niki:
yo, desde arriba, encaramado
seré como la luna atormentadora, impaciente y desnuda.


Soy fuerte;
me necesitan
para mandarme:
-¡Muere en la guerra!
Lo último será
tu nombre
cuajado en el labio deshecho por la bala.


¿Acabaré en un trono?
¿En Santa Elena?
Montando las oleadas de la vida en tormenta
soy, igual aspirante
al dominio del mundo
y
al grillete.


Me tocará ser zar:
tu perfil
en el oro soleado de mis monedas
ordenaré a mi pueblo:
-¡Estampadla!


Pero allá,
donde el mundo se disuelve en tundra,
donde con el viento norte trafica con el río,
en la cadena rgrabaré un nombre: ¡Lilia!
para besarlo en la tiniebla del presidio.


¡Escuchen pues, los que olvidan que el cielo es azul,
erizados
como fieras!
Éste, acaso,
es el amor último del mundo,
amaneciendo como el carmín de un tísico.


Maiakovski visto por Rodchenko.
3


Olvidaré año, el día, la fecha.


Me encerraré a solas con este papel.
¡Nace con sufrimiento de palabras lúcidas,
magia más que humana!


Hoy llegué de visita;
sentí
algo mal en la casa.
Y qué ocultabas en tu vestido de seda.
Olía a incienso en el aire.


-¿ Estás contenta?
Tú, frío:
---”Mucho”.
El muro de la razón turbada se derrumba,
y yo, ardiendo en fiebre, acumulando angustia.


Escucha,
da igual:
no ocultarás un cadáver
-¡atroz palabra, lava en la cabeza!-
Da igual:
cada músculo tuyo
como por una bocina
lo clama:
¡muerta, muerta, muerta!


No;
contesta.
¡No mientas!
(¿Cómo irme así?)
los agujeros de dos tumbas
abren los ojos en tu rostro.
Escucha,


Las tumbas se ahondan.
No llega allí la luz.
Sin duda
caeré desde el cadalso de los días.
He tendido mi alma como una soga sobre el precipicio,
con malabarismos de palabras me he columpiado en ella.

Lo sé,
a él lo ha gastado ya el amor.
Adivino tedio en tantos indicios.
Vuelve a ser joven en mi alma,
presenta el corazón a la fiesta del cuerpo.


Lo sé,
cada quien paga por mujer.
Qué importa
si mientras tanto,
en vez de la elegancia parisiense,
te vistiera con humo de tabaco.


El amor mío,
como un apóstol de aquellos tiempos,
lo llevaré por miles y miles de caminos.
Los siglos te conceden la corona
y en la corona mis palabras,
arco iris de espasmos.


Como los elefantes con juegos de quintales
remataron el triunfo de Pirro,
yo a paso de genio devasté tu cerebro.
Para nada.
No pude arrancarte..


¡Alégrate,
alégrate!
¡Acabaste conmigo!
Ahora
con tanta tristeza.
Correría al río
a meter en el agua la cabeza y su mueca.


Me diste los labios:
qué cruel con ellos.
Al tocarlos sentí frío
como si pusiera mi beso penitente
en un monasterio labrado en roca helada.


Sonaron
puertas.
Entró él,
calado de regocijo callejero.
Yo,
partido en dos por mi queja,
le grité:
-¡Está bien!
¡Me voy!
¡Está bien!
Tuya quedará.
Cósele con trapos,
tímidas alas entre sedas: que engorden.
Cuida, no se te vaya.
Como piedra al cuello,
cuélgale a tu esposa un collar de perlas.


¡Oh, aquella
noche!
Apreté la desesperación, más y más.
Con los lamentos míos, con mi risa,
el hocico del cuarto en se torció de miedo.
Y la visión surgía, imagen de ti arrebatada,
con los ojos la encendías en la alfombra,
cual si soñara algún nuevo Byalik
a la radiante reina del Sión hebreo..


Torturado,
ante aquella a la que me rendí
caí de rodillas.
El rey Alberto,
todas sus ciudades
era, comparado conmigo, un obsequiado.


Dórense al sol flores y hierbas!
¡Primavera en las vidas de tantos elementos!
Yo sólo quiero un veneno
beber y beber versos.


Ladrona del corazón,
todo te lo llevaste,
atormentaste mi alma en delirio;
recibe este regalo, amiga,
tal vez nunca imaginaré más nada.


Pintad de fiesta la fecha de hoy.
¡Crea,
magia o crucifixión!
Miradme:
con clavos de palabras
clavado al papel estoy.

sábado, 18 de junio de 2011

SIMPLISMOS (fragmentos) por Alberto Hidalgo

[La desmesura de Alberto Hidalgo
Por Julio Teodori de La Puente
Tomado prestado de http://alvarosarco.blogspot.com/

Alberto Hidalgo Lobato (1897-1967) es un escritor que mereció la atención y amistad de José Carlos Mariátegui. Quizá muchos lectores recuerden a Hidalgo únicamente por el estudio dedicado a él en los "7 ensayos de interpretación de la realidad peruana".

Hidalgo frecuentó la bohemia del Palais Concert, junto con su amigo Abraham Valdelomar. Posteriormente colaboró en la revista Amauta. Poeta, libelista o panfletario, fue también cuentista y dramaturgo. Escribió veintitrés libros de poesía, trece de prosa y siete de teatro. Sería necesario conocer el significado de la palabra libelo. Según el diccionario, el libelo (en la primera de sus acepciones) es un escrito infamatorio contra hombres y cosas. Hidalgo no se contentó con escribir libelos, sino que introdujo en sus cuentos y poemas las características de este género.

El crítico literario Álvaro Sarco ha publicado el volumen "Alberto Hidalgo, el genio del desprecio. Materiales para su estudio". El compilador y colaborador de la obra ha realizado una rigurosa pesquisa en archivos, bibliotecas y hemerotecas. Esta investigación es no sólo una de las más completas acerca de un escritor peruano, sino que tiene la virtud de hacernos próxima la imagen y creación de un hombre desmesurado, injurioso, ególatra y paradójicamente tierno en la intimidad.

Se ha recopilado en este libro ensayos y artículos de escritores y críticos consagrados, como Luis Alberto Sánchez, Estuardo Núñez, Luis Jaime Cisneros, José Miguel Oviedo y Hugo Neira. También se incluye una entrevista por parte de Manuel Jesús Orbegozo y cinco artículos del periodista Mario Castro Arenas. Ha colaborado Renzo Valencia Castillo con un artículo acerca de la cuentística de Hidalgo. Se incluyen notas necrológicas y abundante material gráfico, así como profusas y minuciosas notas al pie de página que nos permiten “situar” al poeta en su circunstancia.

Otros aportes rigurosos y sólidos provienen del extranjero. Este es, por tanto, un libro de proyección internacional. Colaboran autores poco conocidos en nuestro medio aunque del más alto nivel: el diplomático e historiador argentino Sergio Baur; el mexicano Evodio Escalante; el sesudo investigador argentino Carlos García; otro investigador argentino como Ariel Gustavo Fleischer; el libretista y ensayista argentino Martín Greco; y la diplomática y escritora argentina May Lorenzo Alcalá.

Provocaciones

El afán provocador de Hidalgo (como una especie de anarquista individualista) se había manifestado ya en su ópera prima "Arenga lírica al Emperador de Alemania", de 1916 (un libro que después Hidalgo rechazaría). Publicará luego Panoplia lírica, un poemario todavía lastrado de rezagos modernistas y que mereció cálidos elogios de Valdelomar y otras figuras de la época, como José María Eguren y Manuel González Prada. Curiosamente el vanguardista Hidalgo admiraba a Chocano.

Es en 1918 cuando publica su primer libro libelista: "Hombres y bestias". Luego vendrían "Jardín Zoológico", en 1919, y "Muertos, heridos y contusos," en 1920. Son antológicas sus páginas, dedicadas, con una gran dosis de malicia y humor negro a desacreditar a personas muy respetadas del medio limeño y transnacional: José Pardo, Nicolás de Piérola, Ricardo Palma, José de la Riva Agüero, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, etc. Se salva Manuel González Prada, a quien Hidalgo respetaba mucho.

En 1919, Hidalgo se traslada a Buenos Aires, ciudad cosmopolita, con una gran clase media y atenta a las últimas novedades del Viejo Mundo, especialmente de Francia. Se publican varias revistas culturales, se confrontan los grupos de Florida y Boedo, por razones literarias y políticas. En 1920 viaja a España. Por entonces, también, Juan Parra del Riego (quien se instalaría en Uruguay) desarrolla poemas de cariz vanguardista. Parra del Riego es un caso interesante, pues logra, pese a las limitaciones de los cenáculos limeños cortar las amarras del modernismo, ejercitándose en la composición de poemas de corte futurista, conocidos como polirritmos. Pensamos, como Mirko Lauer, que, al margen de consideraciones puramente literarias, la falta de una burguesía sólida en el Perú hizo que se prolongara más de lo debido el modernismo.

Retorna Hidalgo a la Argentina, país donde vivirá cerca de cuarenta años. Es en los cafés de Buenos Aires —como el Royal Keller— y en las innovadoras revistas —Hidalgo fundaría la Revista Oral— donde se discutían diversos temas literarios. Frecuenta a los colaboradores del grupo Martín Fierro, Proa y Prisma. Conocería a escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernárdez, etc. Se entusiasma Hidalgo con la “aventura” literaria del ultraísmo, en la cual es muy importante el aporte de Guillermo de Torre, español radicado en Buenos Aires y cuñado de Borges.

Nuevos ísmos

Hidalgo inventa —o, mejor dicho, cree inventar— un nuevo “ísmo”. "Simplismo" está fechado en 1925. En este libro postula la supremacía de la metáfora como un factor esencial de la producción poética y la exclusión de cualquier mensaje moral. Estos postulados del poeta arequipeño no tenían nada de novedoso, al menos en Buenos Aires. Ya Borges y Guillermo de Torre habían aplicado estos procedimientos. El libro pretende ser un manifiesto ilustrado con los poemas de Hidalgo.

Con el paso del tiempo hubo una serie de malentendidos y querellas entre Alberto Hidalgo y los escritores argentinos, involucrando, además, a un chileno. Muestra ejemplar de lo afirmado es la confección del "Índice de la nueva poesía americana" (1926). Según la portada, esta antología poética sería una obra elaborada por Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo. Como certeramente señala Carlos García en su estudio “El Índice de Hidalgo”, Vicente Huidobro no tuvo la menor participación en la confección de esa selección. En cuanto a Borges, él se ocupó únicamente de un capítulo del prólogo, pero estaba en desacuerdo con la inclusión de poemas suyos que consideraba superados. En especial un poema dedicado a Lenin.

Hidalgo tuvo un “ego” desmesurado y no vamos a indagar en ello, que es tarea de los psicoanalistas. Únicamente indicaremos algunas facetas o componentes de su personalidad: era homofóbico y racista. De lo primero tenemos una muestra en los ataques a José de la Riva Agüero y Víctor Raúl Haya de la Torre. De lo segundo es revelador el libelo dedicado a Clemente Palma. Además, era antisemita. Así lo demuestran sus colaboraciones en el diario Crisol, donde lo expresa con sus ataques obsesivos a Jorge Luis Borges. Era arbitrario. No extraña, entonces, que se ubicara en posiciones ideológicas inconciliables (como el socialismo y el fascismo) solamente para llamar la atención, escandalizar, o zanjar cuentas contra alguien. Estas actitudes lamentablemente han opacado las innegables virtudes de algunos poemarios suyos, como "Poesía inexpugnable".

Empleó palabras duras e injustificadas contra Victoria Ocampo y la revista Sur. Del gran erudito mexicano Alfonso Reyes dijo que era un “coleccionista de sonrisas”. Proclamaba acerca de sí mismo que, junto con Chocano, Vallejo y Eguren, era uno de los mejores poetas del Perú. No dudaba en compararse con Pietro Aretino y hasta con Dante por su facilidad y contundencia para componer libelos. Hidalgo incluso escribió un poema libelista contra Pío XII.

En cuanto a los movimientos de vanguardia, nos parece que el futurismo de Marinetti (quién visitó Buenos Aires para regocijo de Hidalgo) es el que más ha envejecido. Se pensaba que el avance de la tecnología implicaba una “superación” respecto del arte y la cultura de siglos pasados. Ingenuamente se predicaba que el avión y el automóvil eran más “bellos” que objetos artísticos como La victoria de Samotracia. Ahora nos parece que no hay “superación” en las artes, a diferencia de la ciencia y la tecnología. Virgilio no supera a Homero ni Dante supera a Virgilio.

Temas peruanos

Se apodera de Hidalgo la nostalgia hacia su país. De ello son algunas muestras "Carta al Perú"(1953) y "Patria Completa" (1960) o "Historia peruana verdadera" (1961).

Si Alberto Hidalgo escribió un libro encomiástico hacia un tirano, como la "Oda a Stalin" (1945) se debe, según nuestra interpretación, a que “proyectaba” su narcisismo (para decirlo según la jerga del psicoanálisis) a individuos que fomentaban el “culto a la personalidad”, lo cual era muy característico de sí mismo.

Considera Oviedo que los poemas amorosos de Alberto Hidalgo (sobre todo los dedicados a su primera mujer) son muy valiosos. Su sentido del humor, tan peculiar, es muy distinto al del español Ramón Gómez de la Serna, a quien conoció en 1920, en una de las famosas tertulias del café Pombo, liderado por este último. Después de la guerra civil española, Gómez de la Serna se asila en Buenos Aires, pero ya no cultivaría su amistad con Hidalgo.

En su "Diario de mi sentimiento" (1937) escribió nuestro poeta: “He sido, soy siempre, ante todo y sobre todo, un escritor beligerante. Me paso la vida preguntando contra qué o contra quién se puede escribir, pues entiendo esa manera como la más adecuada para escribir a favor de alguien o de algo”.

En este libro se encuentra la cúspide de los libelos de Hidalgo: “Sánchez Cerro o el excremento” (1932).

En contra de lo que podría creerse, Alberto Hidalgo, pese a sus furibundos ataques, no se quedó solo. Influyó en los jóvenes escritores argentinos, que incluso postularon su nombre para el Premio Nobel. Y de esta vigencia es prueba y testimonio el libro compuesto por Álvaro Sarco: "Alberto Hidalgo, el genio del desprecio", tal como llamó al arequipeño el gran Macedonio Fernández.]




Telegrafía simplista


La lluvia pone paraguas
sobre las cabezas de los ciudadanos.

Las miradas se resbalan al suelo,

ignorantes del equilibrio.

Los hilos de las conversaciones se humedecen

y quedan en las aceras sus ovillos mojados.

El telégrafo sin hilo es inútil.

La lluvia es un aparato Morse
sobre los vidrios de las ventanas:

tac, tactac, tac, tac.

El cielo y yo cambiamos noticias
por intermedio de los alambres de agua.

Haikai simplista

Tranvía eléctrico que se lanza al campo.

Elocuente manera
de adquirir diez centavos de paisaje.


Curso de retórica simplista

Las palabras se secan al sol.

La pluma ordeña al pensamiento.

En el aire las miradas pastan

grandes rebaños de metáforas.

En el campo se escribe con la luz de los trigos.

Por eso el verso es de oro.


Oficina simplista

¡El ave no tiene alma de cautivo!

Si la redecilla no les rodeara las alas,
se volarían los ventiladores.

El péndulo tiene una enamorada
a quien pasea la calle interminablemente.

La "Underwood" trastabillea
al escribir estas palabras: ¡te amo!

El amor no es tan mecánico
que se pueda expresar con una máquina.

Para cortar los papeles de los libros
está el cortapapel de mi invención.

¡Por la ventana filtra un rayo de sol!

¿Biblioteca?

Unos libros, están en el cerebro,

otros se alojan en el corazón.

Sobre todas las cosas hay miradas dormidas.

Aunque moleste el polvo,

no hay que pasar plumero para que no se vuelen.


"Niña que corre por el balón" de Giacomo Balla


Emoción simplista


Desde mi aeroplano
engancho una visión invertida
del panorama.

Hasta el modo de ver ase vuelve andrógino.

La ciudad se da baños en la tarde.

Le contemplo las piernas,

las torres de los rascacielos,

impúdicamente sumergidas
en la piscina del aire.

Las chimeneas están arrugadas y marchitas.

Es natural:
el baño mata la virilidad.

Alguien ha cerrado la llave
de la ducha del sol.

La ciudad se cubre con el bastón del silencio.

Pero los senos se le quedan afuera,

una, dos, muchas cúpulas.


De Simplismos. Poemas inventados por Alberto Hidalgo (1925).

martes, 14 de junio de 2011

VIADUCTO por César González Ruano

[La obra poética de César González-Ruano, de modo algo semejante a como ocurre con Agustín de Foxá, ha sido oscurecida por el brillo de sus otras dedicaciones literarias y por el anecdotario que rodea al personaje. Comenzó como poeta, publicando en poco tiempo una decena de cuadernos, casi siempre en edición de autor, que luego se negaría a reeditar. Son versos y prosas que oscilan entre las delicuescencias del simbolismo tardío y las llamativas audacias del ultraísmo. De esa etapa primera destaca Viaducto, un extenso poema que el autor quiso fechar en 1920, en pleno fervor ultraico, pero que no se publicó hasta 1925, cuando ya la vanguardia comenzaba a ser historia (ese año publican sus estudios Guillermo de Torre, que no concede mucha importancia a González-Ruano, y Manuel de la Peña, que lo considera uno de los autores fundamentales). Para Francisco Rivas, Viaducto es «el mejor poema y el más ambicioso que nos ha legado el Ultra»; se trataría de un intento de sintetizar «la gesta moderna, la gesta de una generación, la suya, que en París tomó corno emblema la torre Eiffel y en Madrid el Viaducto [...], un poema nervioso, febril y crispado, un ejercicio de escritura automática que no tiene mucho parangón en nuestras letras. Si hubiera que aplicarle alguna etiqueta, la más apropiada sería la de surrealismo, en adelante una de las constantes de su poesía» [pág. 28].

En los años que van de 1934 a 1945, González-Ruano publica con regularidad poesía, pero esos libros -a pesar de su importancia- apenas suscitaron la atención de críticos y lectores. En sus memorias, Mi medio siglo se confiesa a medias, al referirse a Ángel en llamas, alude a «los escasos estudios que se han hecho de mi obra poética, oprimida por la atención que pudieron despertar otras actividades en mí más populares» [pág. 523]. Entre las entregas últimas, destacan Ángel en llamas y la Balada de Cherche-Midi. El primero es un libro de sonetos que, en opinión de Gerardo Diego, «no se parece a ningún otro de sonetos. Aquí y allí podría recordar a Alberti, a Adriano del Valle y más lejos a Góngora en su esfuerzo por levantar y rizar el verso hasta su propio mito. Pero la vena de César es inconfundible. Y además -cosa que no se puede decir de sus contemporáneos que he citado, aunque le superen en la tersura y destreza melódica, en la técnica del soneto- nunca es frívolo en este libro. Siempre hay una intención y a veces un logro de auténtica profundidad y simbolismo, una rica experiencia de vida» (citado por Rivas, págs. 41-42). La Balada de Cherche-Midi, que toma como modelo al Wilde de la Balada de la cárcel de Reading, tiene su origen en un episodio de la vida de González-Ruano nunca suficientemente aclarado: su detención por la Gestapo en el París de la ocupación. No falta quien lo considere la pieza más sobresaliente de la poesía de su autor y, con cierta hipérbole, una de las más destacadas de la poesía española contemporánea.

Durante los últimos veinte años de su vida, González-Ruano continúa escribiendo poemas, pero ya no se preocupa de publicarlos y apenas de conservarlos. Lo que en él hay de poeta, que era mucho, se vierte a partir de entonces casi exclusivamente en sus artículos, auténticos poemas en prosa muchos de ellos, pero más nerviosos y eficaces, sin el empalago y el manoseo que suele echar a perder la mayoría de los poemas en prosa concebidos como tales.

Tomado prestado de la Biblioteca Virtual de Miguel de Cervantes]



Viaducto del Aire, ya desaparecido,
en la Ciudad Universitaria de Madrid


Viaducto

(Epopeya inconexa y simultánea de 1920)


Dedicatoria

A los objetos inanimados de mi cuarto, y en especial al almohadón que me regaló Esperanza; a los espejos del café; a los hijos de mi amigo Muñoz, enterrador amable, que juegan «a los muertos» y me llaman tío.


Explicación


Una tarde de mirada infinita
moldeaba entre mis manos un poema,
que al doblar una esquina como ave fujitiva
voló para cantar en una rotativa.

VOCES de todos tiempos a veces me llegaban
de los cafés lejanos espejos musicales
y azogados pianos.

Todas se me enroscaban -voces de todos tiempos-
en la garganta náufraga en aguas de pianos
y en músicas de espejos.

Preciso es confesar que los conejos y ratas como gatos
para peleterías caza por encargo el hombre-anuncio
untándose de queso las dos manos.

Yo he visto blancas manos de novias
arañar en el fango de las calles oscuras
donde han perdido algo misterioso.

Y he visto también adioses melancólicos
ciñendo el horizonte blanco y rojo
emigrante hacia América ajitando la lluvia.

A mi madre la he visto lavando su pañuelo
en sonrisas sociales poniéndose los árboles
delante de la cara para ocultar el llanto

mientras el elefante de la niñez
sorbía cubos de oxíjeno ávidamente
con su trompa postiza de goma ortopédica.

¡Dios mío he visto tantas y tantas cosas
que me da miedo contarlas con detalle
sin conocer vuestro corazón que puede ser cardiaco!

Recuerdo una que me hace temblar
como a un ahorcado friolero. Figuraos
que vi a un biplano subirse la media de la bruma

por debajo de la falda de la tarde.
Escupió por la hélice tosió de mala gana
y dejó a su jinete sobre el Mediterráneo.

Yo me quedé frotando mis zapatos
para envidia de pájaros cantores
y el pequeño esquimal de la pantalla

merendaba un sandwich de auroras boreales.
Es en el tranvía dorado del Oeste
donde mejor se aprecia el Polo ardiente.

Arden los esquimales en su hielo
mientras nosotros nos helamos en Agosto.
El lapón barbilindo encierra las estufas

de su aliento que huele a aceite conjelado
mientras el pingüino de Sevres de las galerías Lafayette
sacude de sus alas las etiquetas inaccesibles.

Y he visto muertos muy activos
que llevaban sus ataúdes entre nieblas
sonándose en el sudario sin recato

y a niñas morenitas del color de las aceitunas
con flojos calcetines a rayas encarnadas
bajo el paraguas de un escribano mecer sus muñecas.

Impermeables de China en New York
y kimonos de New York en China
vendían yanquis amarillos y chinos rubios.

He visto tantas cosas terribles y contrarias
que me duelen los ojos y las manos
ante la jesta que os estoy contando.

A una viuda de opereta vienesa
la vi pintando atroces símbolos en los severos muros
del Palacio de justicia mientras chupaba caramelos.

Todos debéis saber que la morsa adulta
cónsul en Dinamarca ahora se hospeda
en Metropolitan-Hotel de Copenhague.

Con estos mismos ojos que os cuentan
con palabras de Abril largos poemas
he visto a Marco polo repartiendo prospectos comu-
nistas con prólogo de Américo Vespucio en tinta china.

¡Lo que han visto mis ojos por entonces!
Datos cuenta que yo era un cojo cínico

que desnudaba damas recitando mis versos.
Jamás me he divertido de tal suerte
como el día que enamoraba a Doña Muerte.

La desnudé con pericia de cardenal romano
diciéndole al oído que era González-Ruano
el poeta cubista de esta vertiente pirenaica.

Cuando oyó mi nombre me dijo: «Te conozco
espero a que tu éxito sea mondo y lirondo
para traerte conmigo. Ya ves que se te aprecia».

Sonaba sus ligas amarillas y negras
como a un ataúd le hace sonar la tierra.
Yo la dije a la Muerte: «Querida

sin tópico te digo que eres lo que más quiero
en esta torpe Vida».
«Lo creo mas no rimes», me contestó graciosa.

Iba a perderme estúpido en argumento falso
como un mal escritor cuando el Viaducto todo
se desplomó en mis ojos.

Ahora lo que pasa pasa por estos ojos
y os podré contar estupendas historias.
La Reina viuda como un solo pendiente

en las azoteas de París riega la cintura de un poeta
con el río moreno de su brazo sin cauce.
Yo lo he visto cuando las estrellas venían dando voces.

Por volar a la diestra del Señor un ángel de cemento
se desprendió del muro y fue volando al cielo.
En nada asombró a los obispos de talla

que celebraban misa en la sillería anteayer subastada.
Medio muerto sin voz y sin corbata
he visto degollada la cuchilla por el cuello del reo

y he visto cómo San Juan Bautista
bailaba el fox con la cabeza de Salomé a cuestas
guiñando un ojo al Tetrarca.

Aplaudía conmovida la Tierra tocando los platillos
de los Polos mientras el mundo plegado era un acordeón
Alemania después de la guerra daba el tono menor.

Jime el viaducto como un violín en mis ojos perdidos
cuando Dios sopla con el carrillo izquierdo
democracias sociales con trajes de mecánico.

Hombres blancos negros rojos y amarillos.
Hombres multicolores pasan presurosos
los hay del color de las turquesas y los hay

a grandes rayas verdes sobre fondo encarnado.
Llegan los viandantes continentales perdidos
y los alegres continentes que no existieron nunca.

El Bautista baila siempre y cae al fondo del mar
sacando el corazón de Salomé que es color de plata.
El vientre del Tetrarca se llena de pasquines cubistas.

Algo estupendo pasa. Carlo Magno nos dice
que César tuvo un novio negro y jigante
que conoció en las Galias y ahora está en la Legión.

Yo me froto las narices con las truchas del mar Rojo
que venden las Pescaderías Coruñesas a bajo precio.
¡Atención! ¡Atención! El Sol cita a la Luna

en el antepalco de un cinema.
El amor no respeta ni al Cosmos.
Cruza rápido un hombre con América a cuestas.

El caballo de bronce de la plazuela
dio una coz al barquillero que enterraron los niños
comían el crepúsculo las criadas echando canela al

muerto. No se sabe cuándo dejarán su fiesta
pero le duelen las manos al que canta
tanto como la voz al que toca el piano.

Ruiseñores colgados de la tarde
querían escribir un texto de armonía
para las ranas jóvenes que sueñan tener alas.

Me enternece mirar cómo las niñas del cementerio
mecen a las tumbas en sus bracitos de lana roja
mientras los cipreses les limpian el moco con ternura.

La mujer que sube en los ascensores pintándose los
labios dejará el carmín por la escalera
al saber que salí hace un minuto.

Parió un caracol la gata mientras cacareaba.
Y las balas de máuser ponen camisas rojas
en los soldados que luchan cantando alegremente al

morir. He visto calles como piernas
poniéndose las medias tendidas en el balcón
donde cosía una camisa la esterera rubia.

Una mano gris vuela el invierno tímido
que pone catedrales blancas en los caminos.
Así el carro llegó lójicamente hasta el altar de San An-

tonio. Las estatuas del jardín comían los racimos
de granizo cuando me subía en aero plano y la rana im-
púber me pidió subir para ver los charcos de arriba

cansada de vivir en los cielos de abajo.
El destroyer persiguió a una sirena
y la violó junto a las rocas siguiendo su camino.

En el circo la hermana San Sulpicio
subía en el camello amaestrado
que dirijía un tonto comiéndose los guantes.

Yo sé que la Gioconda lloraba amargamente
en cuanto levantaba el pintor la pose de la sonrisa
y el modelo del Cristo se ponía las botas lavándose las

llagas. Como no puedo viajar a donde quiero
y cuando pueda no querré me paso el día
viajando dulcemente por la guía.

Compañía de exportación e importación de sueños.
Bajo el cielo del Trópico refresca el corazón
la cordial naranjada de la puerta del Sol.

En el camarote contaremos las etiquetas de los equipajes
y con las nuevas canas se calcula el gasto.
Inútil buscar en la química alemana de post-guerra

el quitamanchas para las aventuras inconfesables.
Por si esto fuera poco olvidamos el Partenón
mirando atentamente la punta del zapato de charol.

Dos tres cuatro o cinco años a lo más
dice el médico examinando el Debe y el Haber
de nuestro corazón alfilerado por bocas insaciables.

Sin embargo necesito vivir yo por mi parte
para jugar al ajedrez mi amor inmenso
sobre tu abrigo blanco y negro.

La prudencia como una perra muerta
queda al paso del tren en dos partida.
Para dos o tres años tiene cuerda mi vida.

El plomo de las nubes derretido aplaude en los cristales.
Mujeres con collares de churros bien dorados
se levantan la falda en el Tobogán de mi memoria.

He de coger la nube más blanca de mañana
para decir adiós desde el puerto huérfano
al batallón que salió hace tres días.

Una ciudad cualquier de la guía
se me ha roto en el pecho dulcemente.
Coged amigos esta congoja insólita.

Cervantes es ese cicerone tuerto con dos brazos
que en Esquivias nos enseña su casa
para ahorrar y adquirir una motocicleta.

En el sleeping las bombillas francesas
cantan coplas de Mérimée tañendo el filamento.
En Medina del Campo podéis tomar una cerveza tibia.

La de todos los años se desmayará este Carnaval
vestida de Pierrot con percalina.
Desabrochadla dulcemente con la cartera.

Yo hice lo del otro en el séptimo día
pero no pienso decirlo en una antolojía.
Buscar el eco de mi voz en la tormenta hijos míos.

El capitán fumaba en su pipa la rosa de los vientos
mientras el niño llorón de los naufrajios hablaba con
el loro y la madre reía en el fondo del mar.

Crispa sus puños el alto Ande de melena cana
y el Pirineo trae este invierno contrabando de algodón
que deja caer sobre la Navarra insomne.

Cuando termine mi carrera de Derecho
pienso denunciar a las chimeneas que falsifican nubes
defendiendo el pleito con la toga de la bruma.

Vinieron los trenes-ambulancias de heridos
con palomas metidas a enfermeras
de heroicos loros de pechuga ensangrentada.

Para conservar un gran amor tened presente
que no conviene quererse demasiado.
Por eso tú y yo reñimos gata mía

en los tranvías del Oeste y en los cinemas
donde dejo la melena sobre tus ojos
para que la recortes con tus largas pestañas.

La comisión de pinos de la Moncloa
protesta de que orinen en sus faldas.
Déjame beber cerveza alemana hasta morir de gusto.

Muñoz tú aunque no entiendes mis poemas
descerrajas los ataúdes hábilmente y me dejas
beber crepúsculos en las calaveras.

El arquero forzaba el nervio curvo
ahora mejor que nunca cable tendido
clavándose en el pecho de los puntos cardinales.

La rotativa se llenaba de pájaros-proclamas
de la aurora cubista donde cantan los patos.
La vaca superpuesta en la imajen jocunda

cuelga de la rama amarilla en un plano anterior.
Nuestra Señora se deshace en la copa de vermú
y el incienso se come con almejas.

Cuando volvía el marinero muerto
enterraban la barca y arrojaban al náufrago
al mar que le cocía en su hirviente puchero.

Los submarinos seguían destripando buques
mientras el Káiser desterrado ponía el estrambote
de su puño crispado al soneto del tratado de paz.

El ama de cría que llega de Asturias
nota cómo la ordeña el edificio de la Inclusa
y pide su sueldo a los aristócratas.

Pío X aplicó una cruz a su palabra
que fue volando con tan vertijinosa hélice
al campo de batalla suplicando la paz.

Hoy no me ha escrito el editor polaco
pero en los árboles circunscritos los poemas
maduran cuando cantan las cigarras.

Al fin de la carrera el galápago ojeroso
atropelló al camión asmático partiéndole una pierna.
Los hemisferios se agrietan zozobrando en camisa.

Encuaderno las hojas del invierno sin brazos
blancas de azúcar fría congo espaldas de muestras
amadas en el tren de la frontera el otro año.

Lloraba su canción el pobre efebo clavándose las es-
quinas en las axilas de un bosque depilado
cuando el adulto enternecido se arrancaba los hígados.

Pavos solemnes arrastran la Nochebuena
llenando de turrón los ojos de las viudas
que nos cogen de la solapa en los tranvías.

El cura protestante comía queso blando
viendo mecerse los patos de Debussy
en la hamaca del violoncelo viudo.

Mi amigo sacaba de sus baúles puestas de Sol
sorprendidas en El Cairo y Alejandría
esperando en el café la obrerita color de lila.

La escalera de caracol echa la baba del Invierno
y el viento ciñe las praderas soñadas
cuando el Otoño cae en el bock de cerveza.

El corazón hiposo que pedían los negros
dando voces y arrojando agua sucia por la boca
late por sí mismo en Belgrado.

Los ataúdes se llenan de novias
suicidándose el horizonte en el espejo
que se ahorca en la estancia del Poeta no nacido.

La sonrisa embalsama los horizontes
cuando tu vientre suave dice su curva entera
y el metropolitano se desnuda de estaciones.

No lo podían decir mis ojos sordomudos
pero las torres de la catedral gótica
cosen a las nubes por la cintura sin confín.

Ayer me trajeron en camilla de lona
roto para siempre el impermeable azul
que me compró Ferrer en Barcelona.

Se cuelga tu palabra morena y verde
del arco iris bajo el que pasa el tren militar.
No temas con la misma corbata volveré de la guerra.

No entendieron mi poema pero siglos desnudos
se bañan en la Obra llamándome Poeta
viniendo de puntillas por no turbar mi sueño.

Cuando ardía el crepúsculo en la sortija
el viento a mis pies tendido en un rumor
de yerba se hizo como un cordero.

Avanza el verano sobre la escarcha patinando
con un Agosto pueril e insospechado entre los brazos
que mecen la revolución rusa azul-naranja.

El proyecto de ley propone con voz clara
que la Primavera sea en Enero para favorecer
a los agrícolas andaluces que esperan la cosecha.

Arrastra al temporal cantábrico el pulpo joven
que tira con sus patas neumáticas del fleco de las olas
deshaciendo la cama de los Tritones perezosos.

Al salir del teatro la niña se subía
en las chimeneas del Hotel cosmopolita
llenándose de humo la garganta y los pantaloncitos

blancos. En el té de las cinco servirán esta tarde
sonrisas de tanguista pedigüeña
con mermelada y sangre de Teniente cojo.

Las barbas del abuelo de la Marcha triunfal
el nieto sin remilgos las cortaba riendo
para llenar con ellas el colchón de la boda.

Desconsolado muere el héroe sin haber podido
coser el roto que la cruz le hizo en el corazón
que sale entre sus uñas bien pulidas.

La taberna de Londres cargada de marinos
vomita sobre el Sena una baraja
y arde en la chimenea la nariz del banquero.

Nadie entendió ayer por la mañana
el anuncio de guerra pirenaica
que en la bolera el versolari canta.

El gallo blanco y filatélico incendia vengativo
la aldea castellana que arde y chilla
con el cacarear de estrellas en el Alba.

La alemana pianista limpió los dientes al piano
con el estropajo de sus dedos que mojaba en cerveza
mientras todos leíamos el diario y el menú.

El batallón que cruza la ciudad dormida
se vistió con las colgaduras dejando en los balcones
nubes blancas rojas y azules que gritan Viva Francia.

Cuando el japonés llegó a Inglaterra lloraba horrible-
mente viendo que sin sol no haría sus juguetes preciosos
que hacen dar saltos de colores a los niños.

Se metió las casas en los bolsillos el cacique
dejando la comarca en el campo picudo
que se clava en el pecho de los mozos.


La cabeza del apuntador en la concha del Coliseo
resultó una perla que la actriz inglesa
se montó al aire en un aro de suspiros.

El Hospital dando ventana con ventana
tiritando y borracho de cloroformo
cayó en la esquina como un mendigo de ladrillo.

Dejó a los árboles pelones la muda de la pluma
cuando el otoño hizo caer la hoja de las aves
que corrían piando por la estepa helada.

Dejaban entre el barro los chapines
huyendo del incendio de unos ojos
que quemaron sus cuerpos deseados.

Mañana cantará la cabeza cortada.
Atiende y préstame los ojos tranquilos
mientras el mono bebe su caldo.

Calamar vierte tu estilográfica
sobre el poema que no debe entender el tonto.
Los ventiladores elevan el café en nubes de palabras.

Pasan los vinos que emborrachan sin beberlos
y los poetas cantan desde sus árboles
arrojando la lira a los cerdos hambrientos.

Voces de todos tiempos a veces me llegaban...
Aquí el Viaducto sin fin vuelve a pasar entero
nuevamente por mí y yo por él

y él por todo y todo por nosotros.
¡Hasta nunca y siempre objetos!
Hélas!

jueves, 9 de junio de 2011

GIROSCOPIO (I)


Cuenta atrás

PUNTO DE PARTIDA

Piloto del asfalto
me he propuesto
diseccionar la geografía urbana
en discos concéntricos
como las órbitas de un giroscopio





Órbita #1
PANORAMA

Zodíaco maníaco
Viaductos y
travesías
En el panel informativo
se transparenta
una ciudad iluminada
por tormentas numéricas
Trepidan las aceras
las glorietas los parkings
los pasos a nivel las luminarias
La palabra crisis se transfigura
en los rótulos espectrales
de las factorías La fiera
de la herrumbre transita
por las plataformas desmanteladas
Las pasarelas borran
el rostro a los peatones
NO PASAR El anonimato
electrocuta el perímetro urbano
Grandes almacenes ofertan
asepsia en cápsulas
Pulpo de cristal y metal
Paisaje al ralentí
Ángeles
de hilo de cobre
vuelcan diales acribillados
por los repetidores periféricos
sobre un skyline
que se volatiliza
bajo el voltaje de los reflectores
TÓXICO por inhalación
En un punto del cuadrante celeste
los manómetros esferizan
erráticos satélites
y el giroscopio
rota sobre el eje de simetría
del vértigo oscilante

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